lunes, 18 de agosto de 2008

CEREBROS


Ayer, 17 de agosto de 2008, como muchos sabemos (porque lo vivimos en carnes) convergieron la operación retorno de la quincena de agosto y el regreso del puente del mismo mes.

 

Cientos de carteles luminosos recordándonos que la velocidad mata, que tantos muertos el mismo puente el año pasado, que las colillas las tiremos al cenicero, que respetemos las señales...

 

Todo esto me parece bien, no voy a entrar en si estos letreros despistan más que otra cosa o no. Tampoco voy a entrar en si tienen alguna utilidad a la vista de cómo conducen algunos cafres (la mayoría, lo digo, al volante de un Audi o un Seat León -negro, para más señas-).

 

A las once y media de la noche el tráfico de entrada a Madrid por la A6 era denso, pero fluido. Parecía, por momentos, que íbamos a llegar a casa a la hora prevista sin atascos ni otros percances.

 

No fue así. Al desviarnos para tomar la salida de la M-30, y ya dentro de la salida, vimos un cartel luminoso con un mensaje diferente al resto: Carriles Izquierdo y central cortados.

 

La entrada a la M-30 se realizaba única y lentamente por el carril derecho, al que se iban incorporando todos los vehículos del tráfico denso que he mencionado.

 

Un accidente, pensamos. Ha tenido que ser gordo para que tengan cortados dos carriles... Prácticamente parados, avanzábamos metro a metro. Durante más de media hora todos nos acoplamos en una sóla fila, los que veníamos de los tres carriles originales y los procedentes de otras incorporaciones.

 

¿No les avisan de esto? A nosotros, desde luego, no nos han avisado.

 

Bueno, sí. Nos han avisado, pero cuando ya estábamos dentro. Demasiado tarde. Ahora te la comes.

 

Parecía que a los que se incorporaban les pasaba lo mismo. “Ha debido de ser ahora mismo, no les habrá dado tiempo de avisar antes”.

 

Armados de paciencia y resignación, seguimos avanzando, facilitando incorporaciones y viendo pasar a los cafres impunes por el arcén.

 

Al fin llegamos al presunto lugar del accidente. No quiero mirar, pero miro. Al principio me parece que están limpiando. “Ya están limpiando”, digo. Pero vuelvo a mirar y me doy cuenta; no doy crédito. No están limpiando: ¡Están asfaltando!

 

Estas cosas se suelen planificar ¿no? Por ejemplo, del 7 al 12 de agosto, asfaltamos el tramo tal de la carretera cual, que buena falta le hace.

 

¿A qué cerebro privilegiado se le ha ocurrido, entonces, que el domingo 17 de agosto, operación regreso en todo su apogeo, era una buena fecha para cortar dos (No uno, ¡Dos!) carriles de la entrada a la M-30 desde la A6?

 

Más de media hora de atasco porque sí ¿Tan necesario era asfaltar ese tramo ya? Yo utilizo esa salida a diario y, francamente, no lo creo.

 

Pero en todo caso, si es impepinable, si tiene que ser ya, cuando más molesta, sí o sí, me pregunto:

 

¿No se podía señalizar antes? En lugar de “no corras tanto”, en uno de los carteles podrían advertir: “Ojo, que la salida a la M-30 se realiza por un único carril” Antes, repito: Antes de entrar en la salida. Después, como si no me lo dices, ya me lo encontraré en algún momento...

 

Y aún más, puestos a cortar dos carriles, ¿Por qué no cortarla entera y señalizar una alternativa? Porque, que se sepa, esa no es la única entrada a la M-30 ¿verdad?

 

Y en una vuelta de tuerca más ¿Esta operación no se podía llevar a cabo a partir de las doce de la noche?

 

En fin, que igual estoy equivocada. Quiero pensar que en mi ignorancia no me doy cuenta de lo bien que ideó esta operación un funcionario inteligentísimo.

 

Que es mi cerebro el que no da para abarcar el impecable razonamiento de este zote.

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