martes, 26 de agosto de 2008

EL GRITO


El sufrimiento humano ejerce sobre nosotros una fascinación malsana. Contemplamos las imágenes del sufrimiento sin poder apartar la mirada, con dolor, con impotencia o con asco, queriendo apartar los ojos y no pudiendo.

El asco no lo produce el dolor, sino quienes nos muestran el sufrimiento ajeno llenándose los bolsillos de espectadores, lectores o votantes.

Cada uno se lleva lo suyo. Nos imponen la visión tremenda de un dolor que no podemos imaginar (o si, y entonces es aún peor). Exponen a los más indefensos, a los más impotentes, a los que sólo tienen fuerzas para llorar a los suyos.

Los exponen como a animales enjaulados. “Mira, mira cómo es este sufrimiento. Mira cómo se comporta.”

Y así miramos, embobados, subyugados por ese dolor que se expresa en un grito o en el silencio, en las lágrimas o en la misma pérdida de conocimiento. En la desesperación y en la esperanza.

Me dan asco. Me da asco el cámara, probáblemente asqueado también de sí mismo, de lo que se ve obligado a hacer para dar de comer a sus hijos.

Me da asco el cámara que se atreve a encuadrar y a enfocar y a robar y a violar el dolor de una persona que se desespera, que no sabe, que busca, que se desconsuela, que intuye que lo ha perdido todo...

Pero me da más asco el director del medio. El editor, el director de informativo, que hace pasar esas imágenes por información.

Un hombre, una mujer, un padre, madre, hermano, tía, abuelo... sumido en la desesperación, llorando la incertidumbre, la sospecha de que su familia se ha desgarrado, no es información, señores.

Es una violación al más débil, al que ya no puede defenderse, al que ya no puede gritar “aparta esa cámara” porque sólo le queda un grito en el corazón y en la cabeza, y no es para este paparazzo, es para su hijo, para su hermana, para su padre...

Me da asco que me hayan impuesto estas imágenes allá donde mirara. En cualquier canal de televisión, a cualquier hora, en la tele del metro, en todos los periódicos, incluidos los que se vanaglorian de haber hecho una cobertura digna y correcta de esta tragedia.

Me da asco, por supuesto, la clase más baja y rastrera de nuestra sociedad hoy por hoy: la clase política, la que se reparte y se adjudica a los muertos, la que se achaca su cuota de dolor y la reclama como propia.

Señores, son ustedes basura. Pero no sólo ustedes. Ustedes son un baremo, un baremo que nos mide a todos. Qué asco.

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