martes, 10 de junio de 2008

EL SHERIFF DEL TREN (II)


Si el miércoles 4 de junio nos sucedió lo descrito en la entrada anterior, lo que sucedió el jueves 5 en el mismo tren sí que es de traca.

En esta ocasión yo no estaba presente, pero me la han contado mis compañeros:

Subieron al tren, in extremis, como siempre, peleando por pasar sus billetes por las máquinas operativas, peleando por pagar un servicio a todas luces deficiente.

Subieron al tren y se encontraron, de nuevo, al Sheriff del tren. El revisor que el día anterior me había considerado afortunada porque no tendría que bajar con él en Príncipe Pío para demostrar que había pagado el viaje.

El mismo Sheriff estaba armando jaleo otra vez.

Esta vez había dado con un indivíduo que no había comprado el billete. Casi puedo verle frotándose las manos de placer...

El tipo le dijo que no había podido sacar el billete y que se lo pagaría en ese momento.


“¿No has podido o no has querido?” fue la respuesta cargada de ironía de el Sheriff.

“No he podido”

 

Bien, déjenme aclarar que si no pudo o no quiso, a mi me da igual. Yo me he colado a veces en el tren y he contado la misma historia, solo que entonces, el revisor se limitaba a cobrarme el billete y punto.

También me he visto en la situación de no poder comprar el billete (”no poder” poque no quería perder el tren que estaba entrando en el andén...)

Cualquier opción me vale, porque no voy a entrar a juzgar la honradez del tipo sin billete. Sí voy a juzgar, en cambio, el abuso de poder que ejerció el Sheriff del tren sobre este indivíduo.

Después de cierto número de gritos e improperios, negándose a cobrar el billete, le dijo al tipo que se tenía que bajar en la siguiente parada.


“De acuerdo. Me bajaré y compraré el billete, pero tranquilo ¿eh? Que yo le estoy diciendo que le pago el billete”

 

Más insultos e improperios.

Al final, el tren entró en la siguiente estación y cuando el tipo se disponía a bajar voluntariamente del tren, el Sheriff, que esperaba siniestro en un rincón, aprovechó su oportunidad y le empujó por la espalda y a traición.

El tipo, encendido de ira, pues se podía haber abierto la cabeza, le invitó a bajar para despacharse con él, a lo que el Sheriff, acobardado pero fingiendo indiferencia, contestó “No merece la pena”.

“Sí que merece la pena” se oyó decir a algiuen en el vagón. Mis compañeros le encararon y le llamaron cobarde, a lo que él sólo alcanzaba a responder, a gritos, eso sí, que el otro le había escupido.

Terminó la disputa con la retirada del Sheriff y, sólo dos o tres minutos más tarde, pudieron escuchar el comienzo de otra. Un viajero gritaba escandalizado “¡¡¿¿200 euros de multa??!!”

Hace mucho, años, que no me cuelo en el tren. Supongo que desde que abandoné la adolescencia, y creo que si uno disfruta de un servicio, debe pagarlo.

Ahora bien, y vuelvo a lo de siempre: si uno paga un servicio, al pagarlo contrata algo; y si no recibe aquello que ha comprado (transporte, pero también puntualidad y una cierta calidad de servicio), creo firmemente que debería tener derecho, cuando menos, a la devolución del importe.

Me parece que no estamos jugando en igualdad de condiciones cuando los ladrones me pueden poner una multa de 200 euros si no pago mi billete de 1,20 euros, pero yo no puedo exigir lo mismo ni si quiera cuando pierdo un tren a Málaga.

Pero en todo caso, lo más grave no es eso. Lo más grave es que el energúmeno de uniforme, el borracho de poder, abusó impunemente de su cargo y agredió físicamente a una persona que no le había provocado en absoluto. Le empujó por la espalda y a traición cuando el tipo estaba al borde de unos escalones, lo que agrava la acción en tanto en cuanto se podía haber caido y abierto la cabeza...

Primero ¿Quién se cree que es este tipo? ¿Una suerte de justiciero? ¿El dueño del tren? ¿El dueño de Renfe?

Segundo ¿En qué cabeza cabe que se le haya dado a un perfecto orate la responsabilidad de un revisor de billetes de tren? ¿En qué cabeza cabe que tengan a un agresor en un puesto que exige el trato con el viajero? ¡Un agresor!

El despido, en este caso, se me antoja un castigo insuficiente para las situaciones descritas en dos días seguidos.

1 comentario:

kubelick dijo...

De vez en cuando ocurren milagros... Lamentablemente, la mayor parte del tiempo, la vida es una sucesión de mediocres lunes.