martes, 19 de febrero de 2008

MUY PROFESIONAL (II)


Continuando con lo anterior, ¿Y cuando te subes a un taxi esperando, una vez más, a Mr Hyde o algo peor y lo que te encuentras te deja boquiabierto y ojiplático? ¿Qué ocurre cuando el taxista se dirige a ti con corrección, cuando te trata como a un cliente (cuando tu ya has perdido la costumbre de sentirte cliente hasta el punto de creer que el cliente es una leyenda urbana)? Ocurre que se vuelve sospechoso, que le miras con recelo, que no te lo crees, que buscas la cámara oculta por el rabillo del ojo...

El otro día le pasó a mi amiga G que se subió a un taxi y pasó a buscarme. Tuvieron que esperarme un poco hasta que llegué y, oye, inaudito, lo primero que hizo el taxista fue parar el taxímetro. A mi amiga se le saltaron las lágrimas de la emoción ante un gesto, un detalle, que debería ser lo normal.

Casi tartamudeando, mi amiga le agradeció el detalle y él, muy profesional, le dio su tarjeta: "Si alguna vez tiene problemas para encontrar taxi, no dude en llamarme. Unos compañeros y yo mismo, más allá de nuestra empresa de tele taxi, nos hemos asociado para prestar un servicio mejor y más personalizado".

Las carencias en el servicio de taxis en Madrid son escalofriantes. Tanto que lo obvio no lo es tanto. Me explico: era obvio que si un taxista despuntaba con un poco, un poquito, de profesionalidad (esa cualidad que tanto nos falta), intentaría enmendar esas carencias y, como consecuencia, triunfaría. No era obvio, y aún hoy no lo es, que sean tan pocos los taxistas con ese poco, poquito, poquito, de profesionalidad. Tan pocos son que se cuentan con los dedos de una mano y nosotros nos peleamos por tener una copia de la tarjeta del taxista que atendió a mi amiga.

Esa tarjeta vale su peso en oro. Es la tarjeta de un profesional.

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