miércoles, 7 de noviembre de 2007

ESTE TREN NO ADMITE VIAJEROS



Se ha formado un revuelo tremendo en Barcelona debido a las suspensiones, cortes y retrasos que están sufriendo los usuarios del Cercanías de la Ciudad Condal.

Pues bien, yo quiero dejar aquí constancia de las suspensiones, cortes y retrasos que sufrimos los usuarios madrileños sin que los medios se hagan demasiado eco de la noticia.

No es de ahora, no es nuevo el problema, pero es como las almorranas del madrileño: lo sufrimos en silencio, con resignación y mucha bilis contenida.

Para empezar, sin entrar aún siquiera en el mundo del retraso por sistema, una pequeña odisea para abrir boca: la búsqueda del único lector de billetes que funciona (en una fila de ¿once? ¿doce? máquinas) Además, el sistema suele ser de “ensayo-error” porque hasta que no metes el billete y éste sale propulsado hacia atrás varios metros nada indica que la máquina no funciona. Siguiente máquina, lo mismo. Y tu, venga a correr a por tu billete, tirándote por el suelo y tratando de evitar que se vaya pegado a la suela del zapato de algún viandante...

Si tienes una buena mañana puede que consigas entrar al cuarto intento sin haber tirado el libro, el monedero y el bolso sucesivamente en cada una de tus sentadillas para recojer el billete.

Pregunto: ¿Tan difícil es el mantenimiento de estas máquinas del demonio? ¿Tan difícil es que, cuando están estropeadas (fuera de servicio) no propulsen tu billete al espacio exterior? Propongo: que reemplacen todas las máquinas, que no le hagan más pedidos a la empresa que fabricó estas y que las de ahora las coloquen en la boca del infierno.

Sin embargo, también puede pasar que tengas una mala mañana... puede pasar que después de agacharte cuatro veces a recoger tu tiket, des con la máquina que está en servicio y que, maldición, las puertas no se abran. Puede pasar que la máquina que funciona propulse igualmente tu billete varios metros hacia atrás y que en el letrero luminoso (si los astros se han conjurado para que éste funcione) aparezca el siguiente texto: “billete defectuoso”.

Obvio. ¿Cómo esperan que mi billete siga en buen estado después del tute que le hemos dado? Esperanzado, porque eres así de memo, acudes a uno de los empleados de Renfe que pululan por la estación para solucionar los problemas del usuario.

TU: Disculpe.
EMPLEADO RENFE: ... (mirándote de hito en hito como diciendo “¿es a mi?”)
TU: (Mostrándole el billete) Es que la máquina me dice “billete defectuoso”.
ER: (Mirando tu billete) ¿Qué billete es ese?
TU: ¿Cómo que qué billete es?
ER: Que qué billete es ese (Te vuelve a preguntar con las mismas palabras como si la pregunta fuera obvia.)
TU: (Con cara de póker) ...mmm el mío... mi billete de Renfe... El de Cercanías... (Como no sabes qué te está preguntando exáctamente, le pegas a todos los palos...)
ER: (Con un gesto que indica que está perdiendo la paciencia te quita el billete de las manos y lo estudia atentamente) Ah, un “Bonotren”.
TU: (Estupefacto) ... si...
ER: (Devolviéndote el billete con impaciencia y gesto resuelto) Como diciendo “mira el tiempo que me estás haciendo perder”, casi te escupe: Tienes que ir a la taquilla del fondo
TU: (Buscando la taquilla del fondo con la mirada) ¿Cuál? (Esta pregunta ya se la haces con ojos implorantes)
ER: (Señalando la taquilla que hay en el medio del recinto, de la que sale una extensa cola de gente de la única ventanilla operativa, insiste) La del fondo.
TU: (Tentando a la suerte, señalando el letrero luminoso que dice que falta un minuto para que pase tu tren, porque, no lo olvidemos: tu estás aquí para coger un tren) ¿Y tengo que hacer la cola? Es que queda un minuto para que pase mi tren.
ER: (Con desprecio) Si.
TU: (Con cara de gilipollas, con tu billete pagado y defectuoso debido al maltrato diario y sistemático al que le han sometido las máquinas de Renfe) ¡Ah! O sea ¿Qué tengo que perder el tren? ¿No hay una forma más rápida?
ER: No. (Mirando a la cola) Si queda un minuto para que pase tu tren lo más probable es que lo pierdas.
TU: (Mirando a la cola, piensas: “No jodas”) ...

Con lo que te vas a la cola con tu billete defectuoso en las manos como si fuera un familiar enfermo... Hay, al menos, cuatro ventanillas más. También hay, al menos, dos taquilleros más dentro de la pecera. Mantienen una animada conversación detrás del taquillero que está trabajando. En el resto de las ventanillas cuelga un cartel: “Ventanilla sin servicio”.

Al cabo de doce minutos entras triunfante en el área de andenes con un flamante billete nuevo (no sin antes haberlo recogido tres veces del suelo, una por cada máquina “fuera de servicio” que has probado). Por supuesto, has perdido tu tren. Tendrás que esperar al siguiente.

Pero si piensas que tu aventura acaba aquí, que pronto estarás sentado cómodamente en una silla con tres chicles fósiles pegados al asiento, te equivocas.

Al cabo de diez minutos de espera, en el rótulo luminoso aparece el siguiente texto: “Próximo tren sin servicio. Este tren no admite viajeros”. El rótulo permanece pasando de derecha a izquierda durante varios minutos hasta que aparece el citado tren, que se detiene, que abre las puertas, que está varios minutos más detenido, en el que algunos despistados entran y miran a su alrededor desorientados, sin duda pensando “¿Por qué no sube nadie más?”. Son viajeros primerizos. Yo siento mucha lástima por ellos, porque si ya es difícil cuando eres el Ninja del Cercanías no quiero pensar cómo será para un primerizo. Estoy convencida de que más de uno queda atrapado en sus redes durante semanas.

Pregunta: Si los señores de Renfe no cumplen el contrato que contraen contigo cuando compras el billete, si nada funciona, si los trenes no pasan y si los empleados te desprecian ¿Cómo es posible que no tengamos derecho a la devolución del importe? ¿Cómo es posible que tengas que demostrar que el tren pasó con MÁS DE UNA HORA de retraso para que te devuelvan el dinero? ¿Estamos sugieriendo que los retrasos inferiores a una hora, repito, UNA HORA, no tienen importancia y al viajero no le suponen ningún trastorno?

Señores de Renfe, cada vez que pierdo un tren por culpa de sus máquinas y de sus empleados, cada vez que sus trenes se retrasan, yo pierdo la lanzadera que me lleva a mi trabajo y tengo que coger un medio de transporte alternativo. Un medio de transporte alternativo que me cuesta un euro con quince céntimos cada día. Por no hablar de falta de puntualidad en el trabajo u otras molestias que puedan causarme.

Pero no tengo derecho ni a la devolución del importe ni a que me cubran los gastos que a mí me ocasiona su absoluta falta de profesionalidad.

Señores de Renfe, me están estafando.

2 comentarios:

kubelick dijo...

Grandes verdades y gran post. Puedes iniciar una serie temática dedicada a los transportes públicos. Desde los taxistas que se ahorran los 300 napos del TOM TOM y le hacen sentir culpable al cliente por no saber dónde está la calle a la que van hasta los terroríficos días de lluvia esperando a los interurbanos en plaza de Castilla.

PANI dijo...

Dame tiempo, Isa, dame tiempo, todo se andará...